Hablar de literatura erótica puede ser como caminar por un campo minado de prejuicios, clichés y miradas inquisitivas. Como escritora española, me he encontrado muchas veces frente al silencio incómodo o la risa nerviosa cuando menciono que escribo —o disfruto leer— historias que exploran el erotismo. Es como si en pleno siglo XXI todavía lleváramos un peso cultural que nos impide mirar de frente a un género que, más que provocar, busca conectar con lo más humano y profundo de nosotros mismos.

¿Por qué sigue siendo tabú?
España es un país que vive entre la tradición y la modernidad. Hemos sido testigos de una revolución cultural en las últimas décadas, y, sin embargo, cuando se trata de erotismo, parece que el reloj se detiene. Esto no es sorprendente si consideramos la influencia de siglos de moralidad católica y una dictadura que censuró no solo lo sexual, sino cualquier tipo de libertad creativa.
La literatura erótica, en su esencia, no solo habla de cuerpos, sino también de deseos, vulnerabilidades y poder. Pero en nuestra sociedad, parece que reconocer este tipo de exploración nos incomoda porque nos enfrenta a temas que preferimos evitar: el placer femenino, la diversidad sexual o incluso los límites entre lo privado y lo público.
Escribir erotismo: Entre el arte y el prejuicio
Cuando decidí incluir escenas eróticas en mis relatos, sabía que estaba entrando en terreno pantanoso. «¿No tienes miedo de que no te tomen en serio?», me preguntaron. Esta pregunta me hizo reflexionar: ¿por qué la literatura erótica es percibida como algo «menor»? Al final, escribir sobre el deseo es escribir sobre una fuerza que mueve al ser humano tanto como el amor, la tristeza o la ira.
El reto, claro, es hacerlo bien. Escribir erotismo no es solo describir un acto físico, sino capturar la tensión, la emoción y el contexto que lo hacen significativo. Es un arte, uno que requiere tanta sensibilidad como cualquier otro género literario.
El lector español y la vergüenza de disfrutar
Aunque poco a poco estamos viendo un cambio —con autoras como Valérie Tasso o Elia Barceló abriendo camino—, leer literatura erótica en España sigue siendo un acto rodeado de cierta culpa. ¿Cuántas personas ocultan la portada de un libro erótico en el metro o lo compran en digital para evitar miradas ajenas?
Sin embargo, también es cierto que los lectores tienen hambre de historias auténticas que no solo les hagan soñar, sino también reflexionar sobre su propia relación con el cuerpo y el deseo. La literatura erótica tiene el poder de ofrecer eso: una experiencia íntima, liberadora y, a veces, transformadora.

Normalizar lo erótico: Un camino necesario
Creo firmemente que necesitamos hablar más de literatura erótica y dejar de tratarla como un «placer culpable». El erotismo, lejos de ser algo trivial, es una parte esencial de nuestra humanidad. Leerlo o escribirlo no debería ser motivo de vergüenza, sino una forma de exploración personal y artística.
Como sociedad, estamos avanzando en el reconocimiento de la diversidad sexual, la igualdad de género y el placer femenino. Pero estos cambios necesitan reflejarse también en nuestra literatura. Leer o escribir erotismo no debería ser un acto de rebeldía, sino un camino legítimo hacia la expresión y el autodescubrimiento.
Así que, la próxima vez que alguien te mire con escepticismo por leer o escribir literatura erótica, sonríe y recuerda: lo que incomoda, muchas veces, es lo que tiene el poder de cambiar la narrativa.
Y tú, ¿cuándo fue la última vez que disfrutaste de una buena historia erótica?
¿Qué opinas? ¿Crees que la literatura erótica tiene el espacio que merece? ¡Déjame tus comentarios, me encantaría leerte!